Si un hombre te acompaña de compras, déjalo ir

En estas fechas navideñas y ofertas post navideñas de temporada, cuando hay una histeria colectiva en el ambiente, me tocó ir de compras en varias oportunidades con dos personas del género masculino (mi papá y mi marido), donde pude comprobar que había cometido un grave error: ir de compras con tu novio, pareja, marido, papá o espécimen del género puede ser algo parecido a una catástrofe. Un hombre y una mujer pueden ir juntos a muchos sitios y ser felices, pero una tienda no es uno de ellos.

Hay un hecho infalible en estos momentos: una batalla en la mente suya y la de su acompañante, llenas de desafiantes actitudes y una lucha de poder para ver que sucede más rápido: unos gritos o tu yéndote de la tienda. Resignación es la palabra que termina por ser el estandarte para cualquier tarde de compras femeninas y se los voy a demostrar. Según la RAE:

resignación.

1. f. Entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona.

2. f. Renuncia de un beneficio eclesiástico.

3. f. Conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades.

compras

<Primera situacion de resignación: La entrada>

Todo empieza al entrar por el portal de la tienda de carteras, ropa y zapatos: cualquiera de las anteriores puede causar un cortocircuito en la mente masculina del ‘porqué tengo que verte viendo carteras cuando podría estar viendo el partido de fútbol’. Si él entra a la tienda contigo, ya se resignó a todo lo que viene. Luego, una va con esa cara de gato con botas de Shrek que no se la quita nadie y con la primera cartera que te gusta en la mano, vas y le dices: ‘¿Te gusta?’

…. Y ¡zas!

Con la misma rapidez que usted dijo esa frase, vienen las cuatro típicas frases de respuesta predeterminada en el cerebro de un hombre:

(no esperes más allá de esto)

– ¿Tu no tienes una de ese color?
– ¿Y qué vas a hacer con eso?
– ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?
– ¿Cuánto cuesta eso? (¿ESO? Eso se llama cartera. Y no es cuánto cueste sino lo que voy a hacer con ella).

Una no sabe si reír, llorar o lanzarle la cartera -que aún no es tuya- por la cabeza.

Dándote media vuelta tratando de omitir la necedad y viendo que la situación va en picada, sigues revisando tu tienda porque no hay momento más terapéutico en la vida de una mujer bien femenina que ver objetos de mujer bien femenina de forma desenfrenada y libre. Lo mismo aplica si lo que viste primero fueron unos zapatos o ese vestido de tus sueños que te hace pensar que eres la mismísima Helena de Troya o la Duquesa de Cambridge, que es lo mismo que ellos sienten al entrar a esa tienda de deportes cuando ven los zapatos que los hacen sentir como el próximo Cristiano Ronaldo. Y justo ahí, comienza la:

<Segunda situación de resignación: El probador>

La fila del probador tiene unas cinco personas -a veces 10-, lo que estoy convencida es que mientras más larga sea la fila, más rápido se asegura que tu acompañante tenga que hacerla, para así tu seguir viendo la tienda por si acaso encuentras ese algo más. Con un ojo en tu acompañante avanzando por la misma, cuando se acerca el momento de entrar, te avalanchas tu con tus 5 prendas que agarraste en ese momentito en el que él hizo la fila, pero te encuentras con que sólo puedes pasar 6 piezas y tu llevabas unas 15, lo que lo deja a él con unas 11 prendas en la mano mientras tu vas probando las que más te gustaron.

Entonces, fuera del probador, quedó aquel acompañante, con una mano llena de prendas de ropa y en la otra su mejor compañero del momento: el celular, ese amigo lo acompaña leyendo el Twitter, viendo el resultado del partido de fútbol que dejó de ver por estar contigo, o cualquier otra tontería excepto actualizando el Facebook con un ‘Acompañando a Fulanita de compras’. NOOOO. TODO menos eso. ¿Qué diría el gremio masculino? Como si todos no hubieran pasado por lo propio.

Y sales tú con la prenda que sí te gustó, esperando aprobación de tu acompañante. Mientras lo localizas y lo sacas del enfoque de su teléfono, ya toda la fila te vio si te quedaba bien, o no… y le dices:

‘¿Te gusta?’

Él no sabe que responder. Se que no saben. No saben porque no quieren llevarte la contraria y que aquella tienda se convierta en una batalla campal, pero tu ves su cara, intentas descifrar su lenguaje corporal como si se tratara del capítulo final de Lie to me, y vas y le dices ‘¿Verdad que está lindo? Yo se que no te gustan los colores porque tu eres así, puro negro, negro, negro… Te apuesto que si lo tuviera Jennifer López, te encantaría’, -se lo que pensaron- y así sin que el hombre pronunciara palabra alguna tu te das media vuelta, sacas el celular de tu cartera, abres el grupo de Whatsapp de tus amigas y mandas la foto a ver quien es el del verdadero problema. Y te mantienes en el interín entraysale del probador, y después que te probaste las 15 piezas, solo te convenció una y medio te gustaron 3 (este es el mejor de los casos, situación hipotética por supuesto para seguir con el articulo, porque en el 85% de los casos, no te gusta nada y sales de la tienda a la que volverás horas más tarde a probarte de nuevo el vestido que le quedaría bien a J.Lo).

<Tercera situación de resignación: La fila para pagar>

Él hará la fila mientras tu te sigues probando ropa, pero esta vez fuera del probador porque tu acompañante ya está ocupado en la fila para pagar cargando las 4 cosas que hipotéticamente te gustaron. Como mencioné al principio, esto se dio en época navideña o de rebajas de enero, por tanto, la fila para pagar da tres vueltas dentro de la tienda y como les dije anteriormente, tu acompañante hará esta fila sin chistar porque es su mejor opción para salir «rápido» de la tienda. Y hará esta fila mientras tu terminas de hacer tu segunda ronda de reconocimiento del lugar y de colocar meticulosamente escondidas las prendas que puede ser que quieras volver a venir a buscar.

Cuando él está llegando, hace unas señales de humo para ubicarte y tu vienes pidiendo permiso a la vez que estás metiéndole mano a todas las góndolas de accesorios que el departamento de marketing dispuso meticulosamente para hacer tu bolsillo más pequeño y tu cuenta más grande. Así que llega el momento de pagar las cosas que ya estás pensando en devolver si no te gustan. Y salen de la tienda feliz.

Ambos salen felices, él porque no sabe que esta fue solo la primera tienda y ella porque si hubiera salido sin una bolsa, sabe que puede volver en cualquier momento y hacer exactamente lo mismo. Él saldrá cargando las bolsas para demostrarle a otros hombres que él sobrevivió y ella con una sonrisa entra a la próxima tienda.

bolsas compras diciembre

Si un hombre te acompaña de compras, déjalo ir, si vuelve es tuyo y sino nunca lo fue.

Sonrían y saluden, sonrían y saluden.

Feliz 2015,

@LeloQuevedo

Un comentario en “Si un hombre te acompaña de compras, déjalo ir

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s