#MemoriasDeUnaBlogger Capítulo 7: El fracaso.

He fallado tantas veces en mi vida, que si tuviera que empezar de nuevo,

escogería no los mismos, sino otros errores.

Hoy es uno de esos días en los que pierdes el norte, en los que simplemente te dan ganas de rendirte, esto es una realidad, a todos nos pasa en cualquier ámbito de la vida. Acepto humanamente mi realidad. Hace poco me escribió una persona para preguntarme cómo había logrado tantas cosas y hoy me pregunto, ¿qué tantas cosas?

Tener 30 años te genera una presión social descontrolada, sino pregúntenle a Google. No podríamos buscar: 30 años y exitosa, no. No lo hacemos. Ni ahí. Yo estoy más cercana al último peldaño, pero Roma no se hizo en un día, ¿o si?

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Hoy estoy escribiendo esto desde mi living, sin protocolos y con miedos. Escribo desde la realidad que nos acecha a muchas personas, desde el miedo al fracaso o desde el fracaso en sí mismo. Hoy en día, apagando la tele y el celular, tratando de alejarme lo más posible del mundo, que mi vida dista bastante de la perfección y sería bastante egoísta no contarles el por qué.

Soy la cuarta -de 4 o 5- hija de mi papá, la primera de mi mamá. Cuando era niña hice recitales en el medio del living de mi casa en Venezuela, no viví con muchos lujos pero con mucho amor y disfruté mi niñez como nadie. Todos los veranos iba a casa de mi abuela, lo más cercano a la playa y amaba levantarme con ese olor a café y arepas, en las mañanas podíamos caminar a la playa, con mis primos y en las tardes jugar entre infinitas plantas, podar el jardín o cuidar patos y esperar el atardecer en una hamaca, antes de la cena. Volver a Caracas, en esa Venezuela que solo existe en mis recuerdos e ir al colegio y compartir con tantas personas que se convirtieron en éxitos hoy por hoy.

Al llegar a la Universidad, después de un largo debate familiar, estudié Ingeniería, con más fracasos que triunfos, con horas escapada en el teatro para interpretar papeles y volver a la Uni con guiones rayados con clases de cálculo. Era el teatro o la carrera. Entonces, para prolongar mi decisión estudié francés y me fui a Francia. También alemán. La decisión más difícil a la corta edad, y después de varias peleas, parecía que todo tomaba su cauce entre redes y matemática. Antes de graduarme, fundé una marca de ropa por dos años – o más-, trabajé en una productora de comerciales y en una productora fotográfica. No paré. El cauce de emocionalidad y talento frustrado, volvió a surgir en mi.

Después de graduarme tomé -según yo-, el curso de mi vida. Seguí en la productora por un tiempo más, hasta que mis objetivos profesionales se vieron perdidos de nuevo. Intenté trabajar en mi carrera por un año más, aunque estos trabajos me encantaron, desarrollar productos, estrategias, comercial, contacto con el cliente, de nuevo parecía ser yo, pero no yo. En algún momento les conté la historia de mi metamorfosis. Alguien me dijo que me veía en esto. Y yo dije que amaba: Hablar con las personas. Interacción. Comer. Moda. Escribir. La ejecución debía ser impecable y el color debía estar presente.

Mudarme de país ha sido un cambio tremendo para mi, y para todos los que se mudan de país, de principio porque aunque hable español, me siento completamente perdida a veces, como que no encajas, como que no entiendes nada. Como si te hubieran lanzado en un set de una película del año 3000, con un equipo y vestimenta de 1920. Las barreras culturales de una sociedad no son la única limitante, sino infinitas, y nosotros los migrantes, nos hacemos más y más fuertes, o no. Fracaso a veces en tratar de entender y a veces, vuelvo a fracasar también.

Descubrí mi pasión. Desarrollo mi pasión. Es mi motor de vida. Todos los días al levantarme trato infinitamente en lograr objetivos, en ponerme metas, en ser realista. A pesar de la adversidad. Creo que en lo único que no he fracasado es en la terquedad que tengo de embellecer el mundo, de ser reconocida por las cosas que me gustan, que alguien conozca mis historias a través de lo que escribo, de lo que siento, de ser real.

No sé ni por qué escribí esto. Hoy me frustré, como tantas otras veces, como tantas otras lágrimas, como tantos otros días. Pero desde el mismo lugar, puedo decirles, que hay un pedacito de mi que sabe que pasará y que sabe que alguien más está leyendo esto y sonriendo porque también le pasó, porque también es real.

Fracasó esa torta que no creció, esa idea que no surgió, ese proyecto que no se dio. Fracasó ese comercio que no vendió, ese colegial que se ausentó y el no-amor de tu vida. Los fracasos generan oportunidades de aprender.

Emprender no está lleno de fórmulas, porque emprender se trata de personas y las personas estamos llenas de sentimientos y si fracaso mil veces, como quizás lo he hecho hasta ahora, estaré lista para levantarme mil más.

Buenas noches,

Sonrían y saluden.

Lelo Quevedo

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